viernes, 17 de abril de 2020

En casa II

No he hecho pan, ni bizcocho, ni galletas ni manualidades. Tampoco he dibujado con Retoño un arcoiris donde ponga "todo irá bien". Además voy en pijama todo el día. Ni siquiera va conjuntado el pijama. Retoño también va en pijama. El otro día subieron las vecinas del segundo por un problema en el portal y venían con ropa, arregladas. No podía dejar de mirarlas boquiabierta. Se visten para estar en casa. (Parece ser q el portal no cerraba pero ellas lo arreglaron y venían a decirmelo porque yo soy la presidenta de la comunidad. Soy la peor presidenta de la historia. Todo me resbala. Un día me llamaron de la gestoría porque había volado pizarra del tejado. No sabía ni de que me hablaba, no me entero de nada del edificio. Como no vea el edificio en llamas o inundado no me inmuto. Ni me entero tampoco).
Además llevamos 3 semanas solos Retoño y yo, porque el padre de la criatura y mi señor esposo trabaja de celador en un PAC donde hubo un foco de Covid, y cada día que venía de una guardia la cosa era un sinvivir, porque llegaba a casa y se enteraba de que la compañera había cogido la baja por síntomas, y espera el resultado. Era ya una situación tan de no saber qué hacer, si acercarnos, si no, que decidimos que se fuese a Villa Berberecho. Así que nos quedamos solos. Eso sí, le mandé una carta megadramática en la mochila, como si partiese a la guerra y no fuese a saber de él en meses.
Y nada, que nos vamos apañando bien solos, ni tan mal. Echo de menos ver pelis y comentarlas, comer juntos y que me cuente frikadas históricas, eso sí. Y sus abrazos. Y... Que me apaño bien pero lo añoro. Que son cosas independientes.
Lo de no tener horarios me gusta, para que voy a mentir.
Ahora Retoño empieza a estar más aburrido, al principio estaba muy participativo en las actividades que le montaba pero ahora empieza a notársele más cansado. Me mira con ojillos de "qué está pasando", así que estoy revisando un libro de actividades para no ir retrocediendo, que estábamos contentos con los logros conseguidos últimamente, y no quiero perderlos.
Me he puesto en contacto también con Feder a través de un registro porque están intentando dar solución a la falta de pedagogía terapéutica y terapias en los niños con enfermedades raras y necesidades especiales en edad escolar.
Ayer le corté el flequillo y ahora puedo empadronarlo en Bilbao. Lloró durante el proceso, con razón.
Y esta es la última crónica de nuestro "confitamiento".

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