sábado, 29 de diciembre de 2018

El columpio adaptado

Tenemos la suerte (vaya cosas considero suerte) de que cerca de casa hay un parque con un columpio adaptado para problemas de movilidad. Este parque ya hace tiempo que tiene ese columpio, que se puso gracias a la donación de un vecino (que narices, que no fue el ayuntamiento quien lo puso, lo pagó un chico que se hizo la pregunta de por qué no había ese columpio en un parque grande). Pero el columpio hace un tiempo desapareció porque se rompió.
No es verdad, no se rompió, lo rompieron. No fue en un acto vandálico, fue por el mal uso. Iba al parque y me encontraba que en el columpio adaptado había subidos unos tres o cuatro niños (sin problemas de movilidad) a la vez. En el asiento, trepando al respaldo.... El columpio no aguantó tanto peso tantos días y se rompió. El ayuntamiento lo quitó y se acabó.
Ahora hicieron una reforma en el parque. Lo dejaron alucinante. Si yo tuviese nueve años no querría salir de ahí. Hay un pedazo tobogán con tubo que para llegar a él tienes que trepar por un montón de cosas, hay camas elásticas, columpios, hasta un pequeño rocódromo. Impresionante. Hay un montón de cosas donde cualquier niño sin problemas de movilidad lo puede pasar de maravilla. Y lo mejor, el columpio adaptado ha vuelto. Allí está, nuevo y amplio.
Retoño, de un parque, es lo único que puede usar. El columpio es grande y con un respaldo que me permite colocar allí fácilmente a mi hijo y que se quede sentado sin riesgo de caerse. Retoño no puede sentarse en un columpio normal porque sería lo mismo para él que si a mi me pidiesen que hiciese una actuación del Circo del Sol (oh my God, los he ido a ver hace una semana y sigo boquiabierta. No salen de mi cabeza). Pues eso, que Retoño no tiene equilibrio para mantenerse en ningún columpio que no sea adaptado.
Bajamos al parque estos días. Senté a Retoño en el columpio. Se le puso una sonrisa de oreja a oreja mientras entrecerraba los ojos. Me gusta poder llevarlo al parque y que disfrute como niño que es.
Bajé a Retoño y lo senté en su silla, di un paseo alrededor del parque y antes de irnos miré al columpio. Había tres niños sentados encima.
Los niños no tienen culpa. Lo más seguro es que no sepan ni porque ese columpio es así. Pero los padres sí lo saben. Y sería una buena oportunidad para enseñar respeto y empatía.
Porque el día que el columpio se rompa otra vez todos esos niños pueden seguir yendo al parque sin problema y divirtiéndose en los demás columpios y actividades.
Pero mi hijo no, no habrá ni una sola cosa en el parque en la que podrá subirse.
Y no sabeis lo que me cabrea esto.

martes, 25 de diciembre de 2018

Día de Navidad

Son las doce de la mañana del día de Navidad. Retoño sigue durmiendo. Mihombre ha salido a casa de sus padres.
Retoño y su padre se retiraron antes porque a Retoño se le cerraban ya los ojos de sueño. Yo me quedé hasta tarde, de lo que hoy me alegro porque no nos pudimos reir más. La cantidad de anécdotas que se contaron fue apoteósica. Como eran historias de hace más de treinta años había distintas versiones de lo que había pasado. Lo que es la memoria. Aunque me fio más de la de mi tío que de la de mi madre.
Está claro que nosotros no somos como las familias del anuncio de Ikea. Mis primos y yo nos sabemos hasta la historia del accidente de coche de mis abuelos cuando sus hijos eran pequeños. Según mi madre la señora del coche contrario sufrió una amputación de brazo. Según mi tío fue una dislocación de hombro. La segunda versión es más creíble.
Apagué el móvil a las siete de la tarde. Justo antes de salir para casa de mis padres.
A la tarde, antes de esa hora, llevé a Retoño a un cuenta cuentos. Llegó un momento en el que sufrí saturación de canciones y nos fuimos.
Este año estamos de vacaciones de Navidad, porque al haber empezado Retoño el cole los tiempos se miden por calendario escolar.
Un trimestre que ha volado. Que después de los inicios complicados he acabado disfrutando. Y que ahora me siento feliz porque han llegado estas vacaciones. Porque me encanta tenerlo durmiendo por la mañana en cama, sin tener que despertarlo. Dejándolo con su ritmo. Con un día nuevo por delante en el que le puedo preguntar ¿qué hacemos hoy? Podemos ir a ver luces, ir al Belén, pasear por las calles en los pocos momentos del año en los que en este lugar nuestro se ve gente. O podemos quedarnos en casa jugando.
No hay horarios, es genial. Tenemos tiempo para hacer un montón de cosas. Y para no hacer nada.

martes, 18 de diciembre de 2018

En la calle solas

Ir sola por la noche me da miedo. Luego pienso que vaya tontería, que vivo en un sitio donde nunca pasa nada. Pero de repente me acuerdo que a 16 kilometros de mi casa asesinaron a una mujer mientras daba un paseo y nunca se detuvo al culpable.
Me acuerdo también del día que volviendo de la universidad a las nueve de la noche un coche me siguió, me interceptó el paso y se bajo un hombre de dicho coche. Se fue porque timbré en la puerta de unos vecinos. Llegué a casa temblando.
Llevo el móvil en la mano cada vez que camino por la noche.
Y si me cruzo con un grupo de chicos no me siento igual de tranquila que si me cruzo con chicas.
Cuando quedo a cenar con una amiga le digo que me avise cuando llegue a casa.
Tengo una amiga que dice que no le da miedo ir sola por la noche. Pero luego admite que cruzar el túnel subterraneo que tiene que pasar para llegar a su casa le provoca taquicardia.
Mi madre me pide que le mande un wasap cuando ya esté en casa cada vez que salgo. Aunque hace más de diez años que he dejado de vivir con ella. Aunque sólo vaya de su casa a la mia. Le da hasta miedo el garaje.
Al principio pensaba que era cosa mia, que era miedica, que eramos una familia de histéricas, partiendo de mi abuela que nos metia en la cabeza que el mundo exterior era peligroso.
Luego entendí que eramos muchas las que sentíamos ese miedo. Y que ese miedo es real. Porque las chicas que aparecen en las noticias son como nosotras. Y sentimos que lo que le ha pasado a Laura nos podía ocurrir a cualquiera. Y antes de Laura hay más nombres que llevamos todas en la cabeza.
Le empecé a preguntar a amigos si a ellos les daba miedo volver a casa por la noche. Me contestaron que no. ¿Miedo de qué?
Pero nosotras sí. Sentimos inseguridad. Sentimos miedo. De cruzarnos con la persona equivocada. De sufrir una violación. De que nos maten. Sólo por el hecho de ser mujeres. Y salir a la calle solas.



domingo, 4 de noviembre de 2018

Retazos de vida

Hay unas mantas que están hechas de cuadraditos distintos hechos a ganchillo. Haces un cuadradito de colores y lo unes a otros cuadraditos, hasta que tienes un cuadrado enorme que conforma una manta.
Me encantan esas mantas.
Y la vida es como una de ellas. Tejemos cuadraditos de vivencias y los unimos entre ellos. Dando lugar a una manta más grande o más pequeña.
Hay temporadas que no tejes y otras que formas muchos cuadraditos. Algunos son de colores vivos y alegres y otros retales son más oscuros.
Antes de ser mamá casi todos mis cuadraditos tenían que ver con temas de trabajo, formación, pareja...  Era como si los cuadrados de la vida tuviesen que seguir un orden preestablecido en mi cabeza. No prestaba demasiada atención a lo que pasaba cada día.
Ahora, casi cinco años después, tengo la sensación de haber vivido muchísimo y tener muchos más cuadrados en la manta. Todos cuentan algo.
Si hay algo puedes aprender a convivir con la discapacidad y el cambio de vida que te provoca es el prestar atención al presente. No es el no querer mirar al futuro por miedo, que va, no es eso.
Es intentar aprovechar cada momento, cada instante. Ganchillas ese cuadrado prestando mucha atención a lo que haces.
Cuando toca ganchillar con colores oscuros lo haces despacio. Prestando mucha atención a lo que sientes y sintiendo que el momento es horrible, pero también sabiendo que eres capaz de manejarlo, acabar ese cuadrado y poder empezar otro.
El conocimiento que te da la discapacidad sobre las propias emociones es inmenso.
 

Hemos terminado el cuadrado del duelo del comienzo de curso.
Ahora estoy con un cuadrado en tonos pastel de la experiencia que es el cole. 
Retoño está adaptado. Yo creo que también. Ya no lo llevo con un nudo en el estómago al colegio. Me gusta su cuidadora y me gustan sus profes. Me encanta cuando me dicen que estuvo muy contento con alguna actividad. Y me hace ilusión pensar en él rodeado de niños.

Tengo un libro infantil que me encanta, y en el que cada vez que le echo un ojo encuentro fragmentos en los que siento reflejada nuestra vida. Uno de esos fragmentos es el que dejo a continuación, está en portugués porque el libro lo compré en Lisboa. No lo traduzco porque es un idioma en el que me suena aun más cercano lo que dice:

" O que há aqui para celebrar?
No canto do mundo
há sempre alguém que celebra,
sincera e apaixonadamente,
cada pequena alegria."

Y es que en esta casa, cada pequeña alegría se celebra y cada pena se llora.

martes, 9 de octubre de 2018

El duelo (a veces) vuelve

En algún momento desde que soy madre escuché que el duelo se podía reabrir en momentos de cambio como, por ejemplo, el comienzo del colegio.
Yo, ilusa de mi, pensé que el duelo ya lo había pasado y que no se volvía a abrir. Que inocente.
Y de pronto, me he dado cuenta, de que estoy metida en él de nuevo. No con la misma intensidad, ni con los mismos sentimientos. No es tan duro. Pero es una reapertura de una parte de ese ciclo.
El colegio cuesta un mundo. Te enfrenta de nuevo a la discapacidad. En grande. El miedo te paraliza. Te duele algo y no sabes qué es.
Es de lo que hablaban esos padres veteranos. Eso de lo que yo pensaba que me iba a librar.
Y en lo que ahora estoy metida y por fin lo he entendido.
Pero hay algo distinto ahora. No hay la sensación de pérdida que había en el duelo original.
No hay la misma sensación de que todo está acabado.
No es la misma tristeza.
Es todo más sutil.
Simplemente es otra adaptación. Una vez que sabes lo que te pasa te relajas un poco. Y te preparas para dejar que esa situación te acompañe un tiempo. Que te sobrevuele, pero no dejándola anidar.
Y entras en el modo despacito.
Buscándo las sonrisas de Retoño.
No metiéndote prisa.
Respirando.
Pasando más tiempo los tres juntos.
Contemplando.
Dejando que la hipersensibilidad del momento se adueñe de mi. Y luego pensar en lo dramática que me puedo poner.
Este duelo cuesta menos por una simple razón: el amor hacía Retoño. La primera vez sentía que no lo sabía querer. Esta vez siento que no puedo parar de quererlo cada día más.
 A veces es muy difícil todo, pero también me he dado cuenta de que el momento me hace perder totalmente la perspectiva.
Y la perspectiva real se llama Lucas. Con una sonrisa grande. Con los brazos abiertos cuando me ve.
Con todo el amor que me hace sentir.
Lucas, la ternura infinita. Lo que me enseña cada día. Mirada inocente. Tremendamente feliz.
Que lo ocupa todo siendo tan pequeño. Tan grande en mi corazón.
Lucas, explorador de un mundo nuevo cada día. Soñador de deseos. Niño de sensaciones.
Pequeño sol, que gira todo a su alrededor. Amor infinito en toda la constelación.

sábado, 6 de octubre de 2018

Carbonade Flamenca

Hoy cociné una carbonade flamenca. Es un plato de origen belga y que se elabora con carne que se guisa a fuego lento en cerveza negra con un montón de especias. La cerveza tiene que ser de abadía. Una Chimay, por ejemplo.
Hago carbonade porque la probamos este año en Brujas. Y allí es donde quiero estar ahora.
Estar en Brujas parece irreal. Como si fuera el decorado de una película navideña de Disney.  Si a mi me preguntas que tiempo hacía en Brujas diré que estaba nublado y hacía frío y pasear por su suelo empedrado es lo más romántico del mundo, si no fuera porque no somos románticos y lo que hicimos fue pasear por Brujas comiendo chocolate, belga, claro, que anda que no hay chocolaterías en Brujas. Y no creo que hiciese frío porque fuimos en verano.
En Brujas parece que no existe el tiempo. Se detuvo allá en la edad media. Así que no tienes prisa en escoger una cerveza entre doscientas que tiene la carta que te ha dado un camarero con el que te entiendes por señas.
En Brujas hay cisnes sobre fondo verde y azul.
¿Y a que viene pensar ahora en Brujas? En que tengo una saturación mental que no puedo con ella.
Que quiero subirme a un avión y que me vuelvan a decir que estamos sobrevolando Bruselas. Aunque en verdad volar me da mucho miedo y antes de subirme al avión me entran muchas ganas de llorar.
Pero es que llevo un comienzo de curso difícil. Me cuesta adaptarme a la adaptación escolar. Además el director del cole de Retoño ya no está, que nos había dicho que "el camino va a ser difícil, pero os voy a llevar de la mano" y ahora cada vez que entro en el cole me siento huérfana. Lo echo de menos sin haber llegado a estar con él. Y me pone triste.
Así que estoy en un momento de estrés máximo en el que tengo (y no me queda otra) que seguir cuando sólo quiero que alguien se ocupe de mi y me quite el miedo.
Así que voy a poner el cerebro en modo "música de ascensor" mientras visualizo rincones de Brujas.
Así que gente que me rodea, si veis que estoy ausente, distraída y en otro mundo, de humor distante y desganada, ya sabeis donde encontrarme, en una postal de Brujas.
Mientras estará puesto el piloto automático, que hay funciones que realiza pero otras que no. Porque tengo que estar inmersa en la rutina, pero no me apetece nada de lo que forma parte de ella.

domingo, 30 de septiembre de 2018

La forma cuadrada

El otro día hablaba con una mamá que a veces lo difícil no es tener un hijo con diversidad. Lo difícil es formar parte del sistema.
Es como si la entrada al sistema tuviese forma cuadrada. Y el porcentaje de personas que nacen con forma cuadrada es muy alto. Así que entran en el sistema fácilmente.
Pero a veces nacen triángulos, o circulos o estrellitas. O personas que antes eran cuadrados pasan a ser rombos.
Y entonces, por mucho que lo intenten, no dan atravesado la puerta del sistema.
Lo ideal sería que la puerta tuviese todas las formas posibles o fuera grande, para que nadie sufriese al atravesarla.
Pero eso es una utopía de momento.
A mi no me disgusta que mi hijo tenga una formita distinta. Lo quiero como es. Claro que tengo sueños como puede ser escucharlo algún día decir "mamá", pero mi felicidad no depende de que se vean cumplidos. Mi felicidad se desarrolla cada día a día a su lado, sin esperar ni presionar.
Pero sí que me preocupo y me angustio cuando veo la forma cuadrada de la puerta y me pregunto como va a entrar mi pequeña estrellita por ahí.
Y es por esto por lo que a cada familia con un hij@ con diversidad funcional les escuchas decir "esto es una lucha continua".

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Empezamos mal

No empezamos septiembre con muy buen pie. El colegio de Retoño había solicitado un apoyo de pedagogía terapéutica. El personal con el que cuentan no da cubierto todas las necesidades de los niños.
En el aula de Retoño empiezan 22 niños de 3 años.
La administración no ha concedido el profesor de apoyo.
La solución que le da al colegio es que nos vayamos a un colegio de educación especial. Aun no hemos comenzado las clases y nos están invitando a marcharnos (no el colegio, la administración).
No me gusta el colegio de educación especial que hay aquí. No quiero mandar a mi hijo ahí.
Quiero un cole ordinario.
Mi hijo tiene derecho a una educación inclusiva, equitativa y de calidad. Como cualquier otro niño. ¿O los otros padres llevarían a su hijo a un colegio que les disgustase? No.
Para que la educación sea equitativa y que los alumnos saquen un provecho de ella necesita medios. En el caso de Retoño medios humanos. Un profesor de apoyo.
Un profesor que estará deseando que lo contraten.
La realidad es que estoy muy disgustada. Mientras tendría que estar disfrutando de los últimos días de descanso de Retoño antes de empezar el cole estoy tramitando citas con inspección educativa y pensando cómo van a conceder ese profesor al colegio. Porque cuando no lo han hecho ya, fácil no me lo van a poner.
Lo que están haciendo es colocarle barreras invisibles a mi hijo y que no se pueda beneficiar de una educación ordinaria y equitativa.
Lo que me están diciendo con esto es que la inclusión no existe en la práctica. Si ya tenemos dificultades en el día a día, esta es una más.
Tendría que estar agobiada por la compra de material, como cualquier padre, pero lo que estoy es con el estómago destrozado y una migraña impresionante pensando en cómo librar la batalla que tenemos delante.
Prguntándome que, si formamos parte de la sociedad, ¿por qué nos lo pone tan difícil?
¿A qué van los niños al cole? A aprender.

martes, 21 de agosto de 2018

Un día cualquiera de verano

Nos despertamos. Retoño desayuna y luego se queda en la trona con su libro interactivo.
Me tomo un café con bizcocho casero.
Retoño está de mal humor porque durmió mal. Nos vestimos y nos vamos a fisioterapia.
Despues de estar un rato en la sala de espera el fisio nos mira raro y le pregunto si teníamos sesión. Vamos a mirar la agenda.
Me confundí y llegué con 24 horas de antelación. Ya no me sorprende que me pasen cosas así.
Vamos al super a hacer compra. Como lo llevo en el carro Retoño se pone contento y se olvida de que estaba de mal humor.
Luego aprovechamos el tiempo libre con el que no contábamos y vamos a la biblioteca.
Retoño no deja de balbucear desde que entramos por la puerta. Menos mal que apenas hay gente.
Busco una biografía de las hermanas Brönte que no encuentro.
Me encantan las Brönte, sobre todo "La inquilina de Windfell Hall".
Busco un libro de Bukowski. Me llevo el único que hay. Me pregunto si la biblioteca sólo tiene un libro de Bukowski o es que están todos en préstamo.
Además me llevo un DVD.
Llegamos a casa y cocinamos.
Nos vamos a dormir la siesta, abrazados como siempre. Pero hoy sudamos como pollos porque hace mucha calor. A Retoño le da igual.
Cuando despierta nos vamos a la playa. Me encanta el trayecto a la playa por la combinación de aire acondicionado y música. Encontramos aparcamiento de milagro.
En la playa nos encontramos con una amiga y su niña. Nos bañamos un montón de veces.
Meriendo sandía mientras Retoño se transforma en croqueta. Me mira mientras intenta llegar con la lengua a la arena que tiene por los lados de la boca.
Volvemos a casa. Retoño se pone contento al ver a Mihombre.
Las gatas nos dan la bienvenida.
Nos bañamos y les decimos adiós a todas las arenas.
Jugamos. Cenamos. A cama.

martes, 7 de agosto de 2018

Adiós guardería

Hace tiempo que tenía ganas de escribir sobre la guardería de Retoño y al final lo hago ahora, cuando ya nos despedimos de ella.
Este pasado curso escolar a Retoño le tocaba empezar en el cole. Pero como el cole era algo grande y que nos asustaba lo que hicimos fue solicitar un año de flexibilización, con lo que retrasamos esa entrada en colegio y empezamos yendo a guardería.
Así Retoño, con tres años muy pequeñitos, fue a la guardería.
Buscamos una que dijésemos "esta". Y fue complicado. Porque hicimos una selección y las visitamos. Y la verdad es que nos gustaron mucho todas. Así que elegir no fue fácil.
Al final nos decidimos por una pequeñita. Del tamaño de Retoño.
Lo cierto es que no nos apetecía nada empezar. Dejarlo en un sitio desconocido para él y para nosotros nos daba miedo.
El periodo de adaptación no fue sólo para nuestro hijo. Fue para nosotros también. Lo necesitamos tanto como Retoño. Nos dejaron estar allí todo el tiempo que los tres necesitamos. Y no fue poco tiempo.
Pero nos facilitaron tanto las cosas que el miedo fue dando paso a la confianza. Y llegó un día que dejamos a Retoño y nos fuimos tranquilos. Se quedaba contento.
Y entendían lo que Retoño necesitaba. Como si lo conociesen de más tiempo.
Y nos transmitían cada día que era un niño querido en la guardería.
Me gustaba mucho el momento de dejarlo y el momento de recogerlo. Porque, aunque parezca una tontería, me sentía una madre normal.
La diversidad funcional de Retoño no existió en la guardería. Allí fue uno más, tanto para las profes como para los niños. Sólo importaba lo que Retoño podía hacer, sus intereses. Y esto nos lo supieron expresar por escrito en la hoja de evaluación. Nos escribieron todas las cosas buenas que tiene Retoño, que lo hacen tan especial por lo que es. Supieron ver todo lo bueno que hay en él.
Y esto para nosotros fue muy importante porque lo único que estamos acostumbrados a leer son informes médicos con todo lo que no alcanza.
Para nosotros terminar esta etapa de guardería es muy duro. Porque nos hacían sentir queridos y seguros. Es como si le tuviésemos que decir adiós a un amigo que se va a vivir muy lejos y que no lo podemos ver cuando queramos.
Ha sido una experiencia muy buena, de inclusión en mayúsculas. Donde la diferencia no existió. Pero si el cariño y la sensibilidad. El estar a gusto. El confiar totalmente. La flexibilidad con lo que los padres y niños necesitasen. Un recuerdo inmejorable.
El no querer marchar.

domingo, 29 de julio de 2018

La maternidad malcuidada

Hace poco fui al cine a ver una película. Se titula Tully. El tema principal es la maternidad. Pero sin edulcorantes. Los momentos duros. Porque los hay.
Esos momentos en los que estás tan cansada que no quieres ni moverte. Pero te mueves.
En los que te das cuenta de que por mucho que creas en la igualdad, ser padre o madre no es lo mismo.
En los que cualquiera puede opinar sobre como haces las cosas. Porque parece que ser madre incumbe a cualquiera que te mire.
Y esos momentos en los que te das cuenta que, hace diez años pensabas que te ibas a comer el mundo, y ahora eres un mortal más y lo único que te comes es tu cansancio al final del día.
Porque hay días así.
Al visionado de Tully le junté el aumento del permiso de paternidad (que no el de maternidad) y unas cuantas absurdeces sobre lactancia que lei en un libro de reciente publicación.
Y llegué a la conclusión de lo mal cuidada que está la maternidad.
Desde antes de ser madre la maternidad está mal vista. Hay empresas que en las entrevistas de trabajo te preguntan si vas a ser madre.
Una vez conocí una chica que la directora del centro donde trabajaba le hizo el "favor" de no decirle a recursos humanos que estaba embarazada para que le prorrogasen el contrato.
¿Qué escoges? ¿Vida laboral o ser madre?
Sí, es cierto, la mayoría de las mujeres son madres y trabajadoras. Pero lo tienen más difícil para llegar a puestos más altos.
Y lo que llegan es exhaustas al final del día. Frustradas porque no dan abarcado todo. (No sé en qué momento nos han convencido de que tenemos superpoderes).
La reincorporación al trabajo es demasiado temprana. 16 semanas. Te obligan a ir con un sacaleches al trabajo en caso de que decidas dar teta. Y en cualquier caso te obligan a ir con el corazón encogido pensando en que tu bebé es demasiado pequeño para estar en la guardería.
Y es que es demasiado pequeño. El primer año de vida el bebé no es capaz de diferenciarse de su madre. Es lo que conoce, por sonido, olor y sabor intraútero. Y por el cuerpo de la madre sigue circulando su bebé. Por eso la duración del permiso debería tener mayor duración.
Luego están las críticas que te caen por todos lados: si coges una excedencia para quedarte en casa, mal. Si te reincorporas a tiempo completo, mal.
Si das teta más de un año, mal. Si no la das, mal.
A una madre se la juzga a todas horas.
Quizás por intentar hacer una conciliación laboral y familiar que no existe en la mayoría de los casos. Porque conciliar no es trabajar 9 horas y poder dejar a tu hij@ esas horas en un cole. Porque estamos haciendo malabarismos cada día con la familia, trabajo y nuestra propia persona.
A lo mejor es que vivimos en un mundo tan de adultos que no les damos importancia a los niños. A lo mejor no es la maternidad la que está mal cuidada. A lo mejor es la infancia la que ha caído en el olvido.

miércoles, 4 de julio de 2018

Hasta las tetas

En los últimos años el avance en el acceso a la información ha sido impresionante. Hace veinte años yo no sabía lo que era internet. Si querías saber algo buscabas información en una enciclopedia. Pero a día de hoy vivir sin un buscador de internet se nos hace imposible. ¿Qué quiero saber como se hace una carbonade, que me la comí en Bélgica y estaba increíble? Pues se lo pregunto a google. Y esta rapidez y facilidad de acceso a cualquier dato es maravilloso.
Pero a veces la información que recibimos a través de una pantalla, solitaria, puede confundirnos.
Eso es lo que me pasó el otro día cuando en una red social descubrí una página de matronas que transmitía "argumentos feministas en contra de la lactancia materna". Y ahí es cuando me dije, en voz alta, estoy de las tetas hasta las tetas.
Creo que a día de hoy la mayor parte de la gente conoce los beneficios de la lactancia materna.
Y cada vez que veo un debate de este tipo se me atraganta.
Estamos creando un debate de algo biológico que llega un momento que se vuelve absurdo. Es un sinsentido.
Yo he dado teta. Si tuviese otro hijo daría teta. Tengo amigas con lactancias largas, hasta los cuatro años. Tengo amigas que se llevan un sacaleches al trabajo. También amigas que no quisieron dar teta. O que lo intentaron y no fue como ellas pensaban.
¿Y qué pasa en todos estos casos? Pues nada, que cada una hizo lo que mejor consideraba.
Yo es que lo veo tan sencillo como:
- Tengo nueve meses para pensar qué quiero hacer, busco información para tener conocimientos suficientes a la hora de tomar una decisión.
- Nace el bebé. He decidido dar teta. (Enhorabuena, has tomado tu primera decisión como madre).
Aquí hay dos opciones: el bebé se engancha y os adaptais ambos sin problemas o aparece algún tipo de dificultad. Si aparece algún tipo de dificultad hay solución: vas a la matrona o a un grupo de apoyo a la lactancia (hoy en día es fácil encontrar uno cerca).
- Nace el bebé. He decidido no dar teta. (Enhorabuena, has tomado tu primera decisión como madre).
En cualquier caso no hay que justificar nada. Ni si no quieres dar teta, ni si tienes una lactancia prolongada, ni si nada. Ni si al principio fue bien pero después tuve que dejarlo...
Cuando te conviertes en madre hay un montón de cosas que vas a tener que decidir. La alimentación de tu bebé es lo primero. Y hay que entender que lo que yo puedo tener muy claro no es lo mismo que tiene claro la mamá de al lado.
Creo que la alimentación de un bebé no debe formar parte de un debate. Ni necesita la justificación de una ideología. Ni ser una causa para descuidar más la maternidad. Porque la maternidad hoy en día, no está nada cuidada. No se valora. Cuando vale mucho. Porque sin ella nadie estaríamos aquí.
Creo que es algo íntimo entre dos personas. Una madre y su recién nacido. Una mirada hacia dentro y decir "yo lo quiero hacer así" y luego se lo transmites a tu bebé "oye, lo vamos a hacer así, seguro que nos sale bien".
Y sin más. Sin justificaciones.

miércoles, 27 de junio de 2018

Cuando 1+1=3

Recuerdo cuando Mihombre y yo eramos dos. Quitando la obligación de los horarios de nuestros respectivos trabajos el resto del tiempo era ocio. Películas bajo la manta, tirados en el sofá dejando transcurrir las horas, cenas fuera de casa, visitas a una cervecería a cualquier hora, cualquier día, planificar escapadas en último momento, pasar el día fuera de casa. En resumen, estabamos muy descansados. ¿Teníamos algún tipo de problema o preocupación? Ninguno. Fueron seis años viviendo en absoluta armonía. Qué discusiones íbamos a tener si vivíamos de lujo.
Así que decidimos ser padres.
Y es cuando uno más uno deja de ser una pareja. Tres no es igual a dos. Es matemática fácil. Pero no te das cuenta hasta que pasas unas noches sin dormir y todas las horas giran alrededor de un recién nacido. No puedes ni ducharte y empiezas a parecer paranoic@ pensando en que tu pareja descansa mucho más que tu.
Para cualquier pareja tener un hijo requiere un reajuste, una adaptación. Yo siempre digo de broma que "nunca tendrás tantas ganas de divorciarte como el primer año de vida de tu hijo". En verdad no bromeo.
Pero lo normal es que la pareja se readapte y las aguas vuelvan a su cauce. Uno se acostumbra a las nuevas rutinas, forma el vínculo con el bebé, a medida que pasa el tiempo ambos descansais más y... sois padres y estais bien así.
Pero si tener un bebé es una revolución en cualquier casa, tener un bebé con una discapacidad ya es otra historia. Aqui la readaptación es más compleja.
Al cansancio se le unen la incertidumbre, la tristeza, el miedo, el enfado y lo peor de todo, la visión tan distinta que van a tener al principio padre y madre. Es raro estar en la misma etapa de duelo o tener la misma visión de lo que está ocurriendo.
Suele pasar que en una pareja uno de los dos miembros se da cuenta de la realidad antes que el otro. Y esto crea una distancia y una soledad muy difícil de llevar. Y hace mucho daño en la pareja. Daños, que en algunos casos, pueden durar años.
Mi experiencia fue que yo tomé conciencia muy rápido de la realidad. Me di cuenta que lo que le pasaba a mi hijo era una situación grave y que iba a ser para siempre. La dificultad que nos iba a rodear se hizo muy real para mi desde el primer momento.
Mihombre no creía nada de lo que le decían. No le preocupaba absolutamente nada.
Era como si el tema fuese con otras personas.
Estabamos en situaciones emocionales totalmente distintas. Yo, que no podía dejar de llorar, y él que no me podía consolar porque creía que no existía motivo por el que estar así. Así que cada uno estaba enfadado con el otro. No demostrábamos el enfado, pero sí existía una distancia. Recuerdo sentirme muy alejada de él, de pensar que estaría mejor sola.
Había consultas que yo iba sola porque él no quería ni oir lo que iban a decir. Ahora con la distancia me doy cuenta que él estaba en una fase de negación.
No me gustaba estar en esa situación. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue buscar momentos para los dos. Cuando Retoño durmiese, durante algún paseo que le daban mis padres.
¿Qué hicimos? Hablar mucho. De todo. Estar los dos implicados en el cuidado. En las terapias.
Formar el vínculo día a día con Retoño. Celebrar cada pequeño avance.
La toma de conciencia de la realidad de Mihombre llegó un día de formar natural. Cuando empezó a ver niños de la misma edad de Retoño se dio cuenta de la diferencia en el neurodesarrollo que existía. Fue así, sin más.
Nosotros llevamos ya tiempo en el que sabemos volver a ser uno más uno igual a dos.
Y esto es muy necesario. Si algo creo que es importante es no olvidar que fuimos y seguimos siendo una pareja. Cada pareja tiene que buscar un equilibrio en el que no estemos metidos en un bucle de reproches, de quien descansa más o quien se implica más, porque eso sólo lleva al hastio y posible futura ruptura. Hay que recordar qué nos unía.
Cada pareja debe buscar lo que le va bien. Algunas de las cosas que nosotros hacemos son:
A veces hay que pedir ayuda el entorno familiar. Se necesitan momentos a solas.
Nosotros cuando estamos solos no hablamos de Retoño, o si hablamos es para decir cosas buenas (para tratar temas médicos o cualquier problema que surja hay otros momentos, no cuando nos vamos de cena).
Cada día hay que tener unos momentos para hablar de temas como antes de ser padres. Cuando Retoño se duerme tenemos nuestro momento de sofá.
Nos damos cuenta cuando el otro está cansado y nos vamos relevando para que ninguno esté sobrecargado.
Nos damos un abrazo al empezar el día.
Nos decimos te quiero muy a menudo. Parece una chorrada, pero es importante. Es algo que no hay que olvidar.
Somos conscientes de que esto no es una carrera de velocidad. Es de marcha, así que vamos a fuego medio.
Tenemos momentos de ocio con Retoño.
Nos reímos mucho de nosotros. La verdad es que bromeamos de cosas increíbles.
Tenemos mucha paciencia mutua.

Es muy dura la situación de ser padres de un niño con discapacidad, por eso, si la pareja funcionaba bien antes, es una pena que se vaya apagando porque la situación nos supere, cuando la mejor forma de salir adelante es en equipo. Pero sí que es cierto que son momentos en los que hay que trabajar por ella, porque si no las dificultades del día a día, la rutina, el cansancio, si sólo se habla para darse el "turno" del cuidado del niño, la tristeza que a veces es inevitable y un millón de cosas más que nos pasan a diario y tenemos que resolver pueden hacer desaparecer esa pareja, que no hacía mucho, era feliz.

sábado, 19 de mayo de 2018

Boda real

Hoy por la mañana estuve viendo con entusiasmo la boda de Harry y Megan. Porque me encantan las bodas. Soy de las que lloran en cada boda y que disfrutan con la ceremonia. Además, como su boda es anglicana, me hizo pensar en la mia, porque también nos casamos por el rito anglicano.
Yo en casa no tengo un príncipe. No me ha tocado un cuento de hadas como el que he visto hoy en la tele. Lo suyo es una boda Real y la nuestra fue una boda real.
En casa tengo un hombre normal y corriente. De los que te cruzas cualquier día por la calle y no te llaman la atención.
A no ser que lo conozcas como yo lo hago.
En casa tengo un hombre que me sigue haciendo sentir especial después de todos estos años.
Que cuando más le gusto es recién levantada por la mañana.
Que me hace sentir que puedo hacer todo lo que me proponga.
Que el apoyo que da es incondicional.
Que hace todas las cosas que yo odio hacer.
Que cuando a mi se me agota la paciencia el demuestra que la suya es infinita.
Que comparte noches de desvelo.
Que nunca me pregunta a que hora voy a volver si decido salir. Porque entiende mi parte individual.
En casa tengo al mejor padre que Retoño podría tener. El que nunca ha dudado de la capacidad de su hijo. El que es su fan y animador incondicional. El padre que nunca ha flaqueado ni en los primeros momentos. Un padre que cuida cada día, de los que están ahí, dando tiempo de calidad. Besando y abrazando a cada rato a Retoño. Riéndose con él.
Que aporta a la casa esa dosis de lentitud que a mi me falta. Que frena los tiempos.
Que dice que tengo un don para todo. Y aunque yo no lo crea, me gusta oirlo.
Que no es romántico, pero cuando quiere ser detallista lo hace muy bien.
Que me escribe cartas por el día de la madre como si fuese Retoño y siempre me hace llorar.
Que se inventa historias raras de cosas cotidianas.
Que a veces me desespera y me dan ganas de gritarle.
Que me hace un zumo de naranja cada mañana.
Que me hace sentir bien. En casa.
Un hombre que está formado de tantas partes buenas que  me hace sentir que lo quiero. Y que pasaría por nuestra boda real otra vez. A pesar de las dificultades que luego aparecieron. Porque lo miro y siento que juntos hacemos las cosas bastante bien. No todo el rato, claro, pero sí la mayor parte del tiempo.

viernes, 20 de abril de 2018

Los imposibles

Hoy llevé a Retoño al oculista. El oftalmólogo era un señor majo, pero estaba más interesado en la parte neurológica de Retoño que en la suya propia. Yo, como enfermera, lo entiendo. Ese interés médico por algo que desconoces.
Luego dijo : " con esos movimientos ya te dijeron que es imposible que camine, ¿no? "
Le contesté que hace dos años era imposible que gatease. Y que lo hacía.
A la enfermera de la consulta le debió parecer tan brusco que dijo: " bueno, no hay nada imposible en esta vida".
Lo único imposible es perder la esperanza de algo. Aunque sea muy pequeña. Y a veces esa esperanza llega un momento que no es que la pierdas, te das cuenta de que la realidad es otra. Pero a su tiempo.
Entonces pensé en varios momentos de estos cuatro años.
Soy la madre que un día decidió abrazar a su hijo cada noche para que aunque sólo fuese por el olor, su hijo la reconociese. Porque una pediatra le dijo que su hijo no se enteraba de nada.
Soy la madre que pasó días enteros dando biberones, poniendo el niño al pecho y sacándose leche porque su hijo de dos meses rechazó alimentarse y su pediatra le dijo que no tenía ni sensación de hambre y que si por él fuera se dejaría morir.
Soy la madre que un día lloraba por el retraso en el neurodesarrollo de su hijo y tuvo que contestarle a un psicólogo a la pregunta de si quería que su hijo se muriese.
Soy la madre a la que le dijeron que su hijo no tenía nada que ver con un niño de su edad.
Soy la madre a la que tanta información negativa la hizo sentirse incapaz de querer a su hijo.
Soy la madre que cuidó de un bebé aun cuando no tenía fuerzas para levantarse de la cama.
Soy la madre que piensa que nunca va a escuchar la palabra mamá. Y que aun así se la repite cada día a su hijo.
Soy la madre que pasó noches sin dormir porque la pediatra le dijo que vigilase si su hijo hacía movimientos extraños. Soy la madre que experimentó momentos de pánico sin que nadie lo notase.
Soy la madre que intentó que los de alrededor no sufriesen más de lo necesario.
Soy la madre que de pronto se vio que tenía que ser terapeuta, fisioterapeuta y experta en neurología.
Soy la madre que un día se dio cuenta de que no era nada de lo anterior.
Soy la madre que un día se asomó a la cuna de su hijo y vio la realidad: allí sólo había un bebé. Un bebé que sólo esperaba una cosa de su madre: ser querido. Y entonces tomó verdadera conciencia de lo que significaba tener un hijo: amarlo.

Y por eso ahora soy la madre que aunque escuche los imposibles de su hijo, se pone triste, sin dejar que la trsiteza la enrede y le dice a su hijo :

"Tu, a esto ni caso, tu  a donde quieras llegar. Para mi ya eres perfecto ahora"

lunes, 9 de abril de 2018

Gestión emocional

El pasado fin de semana fui a un taller de gestión emocional para padres de niños con discapacidad.
Llevé a mis padres porque me pareció una buena idea. Al fin y al cabo los abuelos son esos sufridores que están al otro lado de la barrera, a la espera de que neceesites algo y poder ayudar.
Este tipo de talleres, para mi, nunca están de más. Porque nadie está preparado para una situación así. Y hay personas que cuentan de serie con más o menos herramientas emocionales, pero aunque tengamos muchas, nunca son suficientes.
Yo creo que soy bastante realista con la situación que vivo e intento tirar para adelante con optimismo. No un optimismo que espera que de pronto la realidad cambie, que va (que ojo, he conocido padres que esperan que sus hijos curen. Aun sin estar enfermos. Su realidad no es una enfermedad y todavía no se dieron cuenta), mi optimismo va por el camino de intentar disfrutar cada día.
Pero es cierto que hay días que ni todo el optimismo del mundo funciona. Hay días que dices "mira, yo hoy paso, esto es un rollo"
La mochila que llevamos cada día los padres de niños con discapacidad pesa un poco más que la de los demás. Porque la carga emocional añade bastante peso. Esto es una realidad.
Y vives un abanico emocional grande. Y haces un esfuerzo por equilibrarlo. Pero a veces necesitamos ayuda.
Y la ayuda se puede dar a través de la empatía. Y no siempre la tenemos. Hay gente que entiende nuestra situación vital y gente que no.
Hay días que necesitamos que nos tiendan la alfombra roja. En el trabajo, los amigos... Un poco de paciencia y que entiendan que, a veces, no podemos con todo.
Tenemos un nivel de exigencia diario muy grande. Y aun así intentamos lidiar con todo tipo de relaciones sociales y estar a la altura.
No tenemos ningún día de descanso.
Y por todo esto a veces las emociones se descontrolan.
Estuvo interesante el taller de emociones. Entender lo que siento es muy útil.

Pero a veces también me gustaría que los de alrededor me entendiesen. Que me diesen un descanso.
Que se preocupasen por mi. Que me preguntasen cómo me va. Que entendiesen que yo también, a veces, lo paso mal. Que la indiferencia me hace daño.  Que yo, con todo, no puedo.
Que se pusiesen en mi lugar por un momento.
Porque cuando estás acostumbrado a que alguien te de sin esperar nada a cambio, no lo valoras.
Y hay pequeñas cosas, casi estúpidas, que a las personas que somos hipersensibles, nos hacen mucho daño.
Porque a veces tenemos que gestionar emociones tan grandes que las pequeñas ya no sabemos. En esas estoy a la deriva. Dependiendo de la buena fe de la persona que tengo al otro lado de la conversación.



domingo, 8 de abril de 2018

Espera

A veces echas de menos algo que nunca has tenido.
Lavas las heridas abiertas con lágrimas.
Y abres las heridas cerradas con llanto.
Te quedas mirando ese punto en la distancia, intentando averiguar si es un punto y final o un punto y seguido.
Escuchas el silencio propio intentando escuchar gritos ajenos.
Caminas rápido porque si te paras te tropiezas y te caes.
Le sonries a la tristeza. Esperando confundirla y que se convierta en felicidad.
Escondes la cabeza esperando que el miedo no te encuentre. Y te echas a temblar mientras te mientes diciendo que es sólo que la ventana está abierta.
Esa ventana que permanece con persiana bajada y no entiendes porque el sol no es capaz de entrar por cualquier esquina.
Porque tu le das la espalda.
Mientes a todo tu alrededor, a ver si logras ser tu, por fin, la engañada.
Pero no lo logras. La verdad está presente en cada despertador que suena.
Y en cada día que te espera.
Te habla, pero tu miras hacia otro lado.
Y sigues esperando algo que no llega.

lunes, 19 de marzo de 2018

Susto (para mi grande)

Tengo unos nervios tremendos desde el mediodía. Por eso escribo ahora aquí lo que me ha pasado y a ver si me lo saco ya de encima y acabo el día.
Estábamos en un paso de cebra cuando de repente nos golpearon por atrás. Es increíble el sonido que hacen dos coches al chocar aunque sea a poca velocidad. Con la inercia yo me desplacé hacia delante golpeando de nuevo a otro coche (el de delante) y repitiendo sonido.
Retoño empezó a gritar en su silla de coche. Su padre iba a su lado y empezó a calmarlo. Yo me asusté mucho.
Le grité al chico que nos dio que llevaba un niño pequeño dentro, que si no veía o qué. El pobre diciendo que no lo había hecho a propósito, que se había puesto nervioso. Y yo seguía repitiendo como una idiota a gritos lo del niño. Luego lo culpé de mandarme el coche al desgüace. Como si el tuviese culpa de que yo tuviese un coche tan viejo.
Porque tengo el coche tan aboyado por los dos lados que el arreglo cuesta más que el valor del coche.
Luego cuando me relajé viendo que Retoño estaba bien y ya no lloraba le pedí disculpas por haberle gritado, que me había puesto nerviosa por llevar al niño. Pero la verdad es que a mi eso no me sirve para sentirme mejor. Él no tuvo el accidente a propósito. Que después cai que el chico no tiene rayos x como para saber quien va dentro de cada coche.
Total, que me asusté muchísimo y me puse muy nerviosa.
Luego llegué a casa y tenía ganas de llorar pensando en lo fácil que le puede pasar algo a Retoño.
Y me angustié mucho, mucho. Además Mihombre se tuvo que marchar y me quedé sola con todo el miedo materno dentro.
Y que no ha pasado nada al fin y al cabo (bueno, que me quedo sin coche) pero llevo un día muy malo.
Y quiero que se acabe el día y encontrarme mejor. Que cada vez que me acuerdo me entra un susto tremendo.

jueves, 8 de marzo de 2018

Cuatro años pequeñitos

Son las 10:25. Hace cuatro años te faltaba exactamente una hora para nacer. Hace cuatro años pasé la noche durmiendo a intervalos de cuatro minutos, entre contracciones. Hace cuatro años estaba soportando el máximo dolor que había sentido jamás pero que no me importaba. Porque sólo pensaba en ti.
Pero había dos cosas que desconocía hace cuatro años: tu condición genética "diferente" y en lo mucho que te iba a querer.
Lo que no podemos negar es que han sido cuatro años intensos. Con las emociones siempre a flor de piel.
No lo hemos pasado bien al principio, no nos vamos a engañar. Ha sido muy difícil. Que los planes de vida que tenía tan bien instalados en mi cabeza se hiciesen añicos de la noche al día fue muy duro.
No era mi plan llenar los días de consultas, terapias, pruebas...
Pero luego tu pusiste tanto de tu parte que los huecos se fueron rellenando con abrazos, besos, canciones, paseos, juegos, sonrisas y carcajadas. La verdad es que pusiste tanto empeño que acabé enamorandome de ti.
Te miro y llenas el centro de mi ser. Eres el amor de mi vida (ya le he pedido disculpas a tu padre).
Seguimos teniendo muchas obligaciones, pero sabemos pasarnoslo bien en cuanto nos dejan un rato.
Aunque haya días difíciles, con preocupaciones, disfruto mucho con cada mirada tuya. Soy feliz siendo tu madre. Porque te quiero tanto que no te lo podrías llegar a imaginar.
Esta noche me emocionaba pensando en estos cuatro años. En que eres mi compañerito de camino. En lo mucho que te quiero. En lo mucho que te necesito. Esta noche volví a sentir que teníamos un cordón umbilical invisible. Tu no te enteraste, pero te cogí de tu lado de la cama y te puse encima. Te quería cerca. Porque hace cuatro años pensaba que ya te quería mucho, pero no imaginaba lo mucho más que te iba a querer.
Feliz cumpleaños, mi pequeño marsupial, que sigues creciendo en mis brazos.

domingo, 4 de marzo de 2018

El planeta Umbú

En casa tenemos una costumbre que es inventarnos historias surrealistas sobre sucesos cotidianos. Que vemos una noticia curiosa en la tele, nos inventamos la continuación o la precuela de la historia. El único requisito es que sea inverosímil. A cuanto más extraño el desenlace, mejor.
Y esta costumbre la pusimos en práctica con lo que nos estaba pasando en nuestra vivencia como padres.
Al principio de todo, cuando no entendíamos nada de lo que pasaba, cuando ningún profesional nos explicaba por qué Retoño no era capaz de fijar la vista (u otras dificultades), desconocíamos la causa y el futuro nos asustaba, nos inventamos una historia que nos daba una explicación. Surrealista, por supuesto.
Y así el planeta Umbú llegó a nosotros.
Nosotros estabamos tan tranquilos un día en casa, viendo una serie, que es una de nuestras aficciones favoritas, cuando de repente escuchamos un estruendo en el baño. La gata vino a maullarnos desconsoladamente y sólo se calmó cuando la seguimos al lugar del ruido que habíamos escuchado previamente.
Entramos en el baño y un humo azul cubría todo. Cuando logramos ver algo encontramos un pequeño bebé con una nota que ponía "necesito aprender todo sobre la Tierra. Vengo del planeta Umbú. En contacto con la atmósfera terrestre tomo forma de bebé humano". Nos dimos cuenta que el umbuniano había tenido un mal aterrizaje y no sabíamos si se había hecho daño.
La verdad es que cuidar de algo desconocido nos asustaba bastante, porque no sabíamos exactamente que había que hacer y no conocíamos a nadie que le aterrizase en casa otro umbuniano.
Así que los primeros meses fueron duros por que a nosotros nadie nos preparó para tal acontecimiento intergaláctico.
Cuando dejamos de temblar del susto comenzamos a enseñarle las costumbres de nuestra familia. Porque al fin y al cabo hizo un viaje tan difícil para esto y no podíamos decepcionarlo. Al mismo tiempo comenzamos a interesarnos por sus características.
Su lenguaje se caracteriza por decir Umbú repetidamente.
Le cuesta mirar directamente las caras porque los umbunianos son mucho más bonitos que nosotros, y claro, acostumbrarse a nuestros caretos no es fácil.
No le gusta mucho la comida terrestre. Es que ellos están acostumbrados a vivir de gas Arekipa.
Crecen con el sol y los abrazos.
Lo de caminar no le atrae mucho. En el planeta Umbú usan teletransporte. Así que se piensa que ir en brazos es teletransportarse.
Los umbunianos tienen muy buen carácter. Son muy afables y tienden a estar felices.
Su misión va a durar más tiempo del pensado. Debido al mal aterrizaje que tuvo las herramientas que traía para recoger información quedaron bastante dañadas. Aunque no nos importa.
Él no lo sabe, pero ya no lo vamos a dejar volver a su planeta. Ahora ya forma parte del nuestro.

jueves, 1 de febrero de 2018

La tetera

Entre las cosas que me gustan están los pequeños rituales. Esos actos que te obligan a detenerte un poco y dedicarte tiempo a ti misma.
Puede ser cualquier "tontería" que te ayude a frenar un poco. Como sacar la tetera.
Cuando Retoño tenía un año descubrí que existían infusiones más allá de la manzanilla. Y que las que vendían a granel requerían un mínimo de dedicación, algo más que meter la bolsita en la taza y listo.
Entonces me compré la tetera. Hacerse una infusión no tiene ningún misterio, lo sé. Pero en ese momento (Retoño apenas tenía un año, eran momentos de adaptación...) me obligaba a tomar sólo consciencia del momento de elaboración de la infusión. Poner la tetera al fuego, echar las cucharadas necesarias del té o infusión previamente escogido, esperar el siseo del agua hirviendo, ese pitido de la tetera que me hacía sentir con los pies en casa, protegida. La espera de la infusión y tomarla después, sin pensar en nada.
Algo tan sencillo como esto eran a lo mejor los únicos diez minutos que mi mente conseguía estar quieta en un día entero.
Así como el momento en que iba a comprar las infusiones, que se convertía en algo muy agradable, oler los distintos tés y pensar cual me apetecía probar. Pensar en ese momento de satisfacción que me iba a dar.
Por eso este ritual se convirtió en algo tan importante para mi durante unos meses.
Luego con el tiempo, mi cabeza empezó a estar calmada, me regalaron un hervidor de agua eléctrico, la necesidad de ese ritual disminuyó y la tetera acabó al fondo del armario.
Pero hoy he vuelto a sacar la tetera. He abierto el cajón de las infusiones. Y me he sentido reconfortada.
Sin darme cuenta creé un ritual al que puedo ir y sentir una sensación agradable. Darme cuenta que en un momento de caos logré tomar el control de la situación. Sentirme reconfortada cada vez que escucho ese pitido inconfundible y luego pararme. A saborear. La infusión. Ese momento.

martes, 23 de enero de 2018

Desbordada

Cuando eres madre el nivel de exigencia que se crea a veces te desborda.
Este mes estoy desbordada.
Se me han juntado un montón de "tengo que". 
Retoño se ha puesto enfermo una semana en la que todo el tiempo ya fue para él. Y el agobio añadido por verlo mal.
Mi gata Pelusa hizo un conato de muerte inminente por lo que estuve una semana entera llevándola todos los días al veterinario. Ahora por lo menos ya le doy la medicación en casa y ha abandonado el conato de muerte. Parece que a esta sobrevive.
Retoño ha descubierto las perrenchas y que tiene un buen chorro de voz. Grita con ganas a cualquier hora del día si algo no ocurre como él quiere. Lo mejor de todo es que también esto puede ocurrir a cualquier hora de la noche. Así que ahora me voy con el miedo a cama de que se ponga a llorar y gritar a las cinco de la mañana.
He tenido que arreglar un montón de papeles. De verdad, que pereza. Y cada papel con su subpapel y su subsubpapel.
He descubierto que hay gente que no sabes de que va. Ahora te quiero ahora paso de ti. A mi estas cosas no me van. No entiendo nada. ¿me quieres o qué quieres? Y me duele, que conste. Porque yo cuando digo las cosas, van en serio. 
Tengo tantas horas de falta de sueño que llevo prácticamente todo el mes con migraña, el estómago revuelto y mareada. Me cuesta hasta pensar.
Que ahora que lo pienso, no es para tanto nada. Pero es que tengo un cansancio acumulado que hace que sea todo cuesta arriba. Hoy pensé que me daba algo cuando descubrí que el mando de la furgoneta se había quedado sin pila. Hasta ese punto de desborde estoy.
Tengo que...descansar.
Menos mal que tengo una madre amantísima que nos deja ir a comer estos días a su casa y un marido con mucha calma.