martes, 9 de octubre de 2018

El duelo (a veces) vuelve

En algún momento desde que soy madre escuché que el duelo se podía reabrir en momentos de cambio como, por ejemplo, el comienzo del colegio.
Yo, ilusa de mi, pensé que el duelo ya lo había pasado y que no se volvía a abrir. Que inocente.
Y de pronto, me he dado cuenta, de que estoy metida en él de nuevo. No con la misma intensidad, ni con los mismos sentimientos. No es tan duro. Pero es una reapertura de una parte de ese ciclo.
El colegio cuesta un mundo. Te enfrenta de nuevo a la discapacidad. En grande. El miedo te paraliza. Te duele algo y no sabes qué es.
Es de lo que hablaban esos padres veteranos. Eso de lo que yo pensaba que me iba a librar.
Y en lo que ahora estoy metida y por fin lo he entendido.
Pero hay algo distinto ahora. No hay la sensación de pérdida que había en el duelo original.
No hay la misma sensación de que todo está acabado.
No es la misma tristeza.
Es todo más sutil.
Simplemente es otra adaptación. Una vez que sabes lo que te pasa te relajas un poco. Y te preparas para dejar que esa situación te acompañe un tiempo. Que te sobrevuele, pero no dejándola anidar.
Y entras en el modo despacito.
Buscándo las sonrisas de Retoño.
No metiéndote prisa.
Respirando.
Pasando más tiempo los tres juntos.
Contemplando.
Dejando que la hipersensibilidad del momento se adueñe de mi. Y luego pensar en lo dramática que me puedo poner.
Este duelo cuesta menos por una simple razón: el amor hacía Retoño. La primera vez sentía que no lo sabía querer. Esta vez siento que no puedo parar de quererlo cada día más.
 A veces es muy difícil todo, pero también me he dado cuenta de que el momento me hace perder totalmente la perspectiva.
Y la perspectiva real se llama Lucas. Con una sonrisa grande. Con los brazos abiertos cuando me ve.
Con todo el amor que me hace sentir.
Lucas, la ternura infinita. Lo que me enseña cada día. Mirada inocente. Tremendamente feliz.
Que lo ocupa todo siendo tan pequeño. Tan grande en mi corazón.
Lucas, explorador de un mundo nuevo cada día. Soñador de deseos. Niño de sensaciones.
Pequeño sol, que gira todo a su alrededor. Amor infinito en toda la constelación.

sábado, 6 de octubre de 2018

Carbonade Flamenca

Hoy cociné una carbonade flamenca. Es un plato de origen belga y que se elabora con carne que se guisa a fuego lento en cerveza negra con un montón de especias. La cerveza tiene que ser de abadía. Una Chimay, por ejemplo.
Hago carbonade porque la probamos este año en Brujas. Y allí es donde quiero estar ahora.
Estar en Brujas parece irreal. Como si fuera el decorado de una película navideña de Disney.  Si a mi me preguntas que tiempo hacía en Brujas diré que estaba nublado y hacía frío y pasear por su suelo empedrado es lo más romántico del mundo, si no fuera porque no somos románticos y lo que hicimos fue pasear por Brujas comiendo chocolate, belga, claro, que anda que no hay chocolaterías en Brujas. Y no creo que hiciese frío porque fuimos en verano.
En Brujas parece que no existe el tiempo. Se detuvo allá en la edad media. Así que no tienes prisa en escoger una cerveza entre doscientas que tiene la carta que te ha dado un camarero con el que te entiendes por señas.
En Brujas hay cisnes sobre fondo verde y azul.
¿Y a que viene pensar ahora en Brujas? En que tengo una saturación mental que no puedo con ella.
Que quiero subirme a un avión y que me vuelvan a decir que estamos sobrevolando Bruselas. Aunque en verdad volar me da mucho miedo y antes de subirme al avión me entran muchas ganas de llorar.
Pero es que llevo un comienzo de curso difícil. Me cuesta adaptarme a la adaptación escolar. Además el director del cole de Retoño ya no está, que nos había dicho que "el camino va a ser difícil, pero os voy a llevar de la mano" y ahora cada vez que entro en el cole me siento huérfana. Lo echo de menos sin haber llegado a estar con él. Y me pone triste.
Así que estoy en un momento de estrés máximo en el que tengo (y no me queda otra) que seguir cuando sólo quiero que alguien se ocupe de mi y me quite el miedo.
Así que voy a poner el cerebro en modo "música de ascensor" mientras visualizo rincones de Brujas.
Así que gente que me rodea, si veis que estoy ausente, distraída y en otro mundo, de humor distante y desganada, ya sabeis donde encontrarme, en una postal de Brujas.
Mientras estará puesto el piloto automático, que hay funciones que realiza pero otras que no. Porque tengo que estar inmersa en la rutina, pero no me apetece nada de lo que forma parte de ella.