martes, 21 de agosto de 2018

Un día cualquiera de verano

Nos despertamos. Retoño desayuna y luego se queda en la trona con su libro interactivo.
Me tomo un café con bizcocho casero.
Retoño está de mal humor porque durmió mal. Nos vestimos y nos vamos a fisioterapia.
Despues de estar un rato en la sala de espera el fisio nos mira raro y le pregunto si teníamos sesión. Vamos a mirar la agenda.
Me confundí y llegué con 24 horas de antelación. Ya no me sorprende que me pasen cosas así.
Vamos al super a hacer compra. Como lo llevo en el carro Retoño se pone contento y se olvida de que estaba de mal humor.
Luego aprovechamos el tiempo libre con el que no contábamos y vamos a la biblioteca.
Retoño no deja de balbucear desde que entramos por la puerta. Menos mal que apenas hay gente.
Busco una biografía de las hermanas Brönte que no encuentro.
Me encantan las Brönte, sobre todo "La inquilina de Windfell Hall".
Busco un libro de Bukowski. Me llevo el único que hay. Me pregunto si la biblioteca sólo tiene un libro de Bukowski o es que están todos en préstamo.
Además me llevo un DVD.
Llegamos a casa y cocinamos.
Nos vamos a dormir la siesta, abrazados como siempre. Pero hoy sudamos como pollos porque hace mucha calor. A Retoño le da igual.
Cuando despierta nos vamos a la playa. Me encanta el trayecto a la playa por la combinación de aire acondicionado y música. Encontramos aparcamiento de milagro.
En la playa nos encontramos con una amiga y su niña. Nos bañamos un montón de veces.
Meriendo sandía mientras Retoño se transforma en croqueta. Me mira mientras intenta llegar con la lengua a la arena que tiene por los lados de la boca.
Volvemos a casa. Retoño se pone contento al ver a Mihombre.
Las gatas nos dan la bienvenida.
Nos bañamos y les decimos adiós a todas las arenas.
Jugamos. Cenamos. A cama.

martes, 7 de agosto de 2018

Adiós guardería

Hace tiempo que tenía ganas de escribir sobre la guardería de Retoño y al final lo hago ahora, cuando ya nos despedimos de ella.
Este pasado curso escolar a Retoño le tocaba empezar en el cole. Pero como el cole era algo grande y que nos asustaba lo que hicimos fue solicitar un año de flexibilización, con lo que retrasamos esa entrada en colegio y empezamos yendo a guardería.
Así Retoño, con tres años muy pequeñitos, fue a la guardería.
Buscamos una que dijésemos "esta". Y fue complicado. Porque hicimos una selección y las visitamos. Y la verdad es que nos gustaron mucho todas. Así que elegir no fue fácil.
Al final nos decidimos por una pequeñita. Del tamaño de Retoño.
Lo cierto es que no nos apetecía nada empezar. Dejarlo en un sitio desconocido para él y para nosotros nos daba miedo.
El periodo de adaptación no fue sólo para nuestro hijo. Fue para nosotros también. Lo necesitamos tanto como Retoño. Nos dejaron estar allí todo el tiempo que los tres necesitamos. Y no fue poco tiempo.
Pero nos facilitaron tanto las cosas que el miedo fue dando paso a la confianza. Y llegó un día que dejamos a Retoño y nos fuimos tranquilos. Se quedaba contento.
Y entendían lo que Retoño necesitaba. Como si lo conociesen de más tiempo.
Y nos transmitían cada día que era un niño querido en la guardería.
Me gustaba mucho el momento de dejarlo y el momento de recogerlo. Porque, aunque parezca una tontería, me sentía una madre normal.
La diversidad funcional de Retoño no existió en la guardería. Allí fue uno más, tanto para las profes como para los niños. Sólo importaba lo que Retoño podía hacer, sus intereses. Y esto nos lo supieron expresar por escrito en la hoja de evaluación. Nos escribieron todas las cosas buenas que tiene Retoño, que lo hacen tan especial por lo que es. Supieron ver todo lo bueno que hay en él.
Y esto para nosotros fue muy importante porque lo único que estamos acostumbrados a leer son informes médicos con todo lo que no alcanza.
Para nosotros terminar esta etapa de guardería es muy duro. Porque nos hacían sentir queridos y seguros. Es como si le tuviésemos que decir adiós a un amigo que se va a vivir muy lejos y que no lo podemos ver cuando queramos.
Ha sido una experiencia muy buena, de inclusión en mayúsculas. Donde la diferencia no existió. Pero si el cariño y la sensibilidad. El estar a gusto. El confiar totalmente. La flexibilidad con lo que los padres y niños necesitasen. Un recuerdo inmejorable.
El no querer marchar.