sábado, 7 de enero de 2017

Hoy hace tres años:uno de los peores días de mi vida

Hoy, hace tres años, estaba embarazada de Retoño. Exactamente de 28 semanas. Recuerdo que ese día me desperté nerviosa, con sensación de que algo no iba bien. No noté moverse a Retoño antes de salir de cama como habitualmente hacía. No le quise dar importancia, me dije que estaría aún durmiendo ahí dentro y que depertaría con el azúcar del desayuno. Desayuné y tampoco se movio. Pasó la mañana. Recuerdo preparar la comida y estar agobiada. Después de comer me tiré en el sofá y nada, seguía sin notar patadas, a pesar de estar quieta y moverme la barriga para ver si se "activaba". Ya por la tarde, estando sola en casa, comencé a llorar porque la sensación de que Retoño no estaba bien era muy grande. Llamé por teléfono a Mihombre, que estaba en casa de sus padres, y le pedí que viniese para casa, que quería ir al hospital.
Cuando llegamos al hospital no dejaron entrar a Mihombre conmigo (en este hospital siempre lo hacen así y no lo veo justo). Yo esperaba que me dijesen que todo estaba bien, pero la cara del gine decía todo lo contrario. Llamó a una compañera que estaba en la sala de al lado. Le dijo a la matrona que me cogiese una vía. Y avisó al celador que no se fuese muy lejos que iba a haber una cesárea.
En ese momento de terror lo único que pregunté es si el bebé estaba bien. "Está vivo" me dijo. Y yo le insisti, "que esté vivo no significa que esté bien". No contestó.
Retoño estaba latiendo muy despacito. Recuerdo que me puso el sonido de su corazón y fue horrible escuchar lo lento que iba. Iba a menos ritmo que el de un adulto, cuando el latido de un bebe está en unas 150 pulsaciones por minuto.
Pensé que se estaba muriendo dentro de mi.
De vez en cuando recobraba velocidad, así que decidieron esperar y no sacarlo porque eran pocas semanas de gestación aún.
Entre ellos murmuraban "debe estar haciendo alguna tontería con el cordón". Días después supe que estaba totalmente enrrollado el cordón alrededor de él.
Me dejaron hospitalizada para monitorización fetal. Durante tres días no lo noté moverse absolutamente nada. Sólo sabía que estaba vivo por el monitor. Fue horrible.
En una de las exploraciones ecográficas le pregunté como una idiota a una gine si lo podía perder. La contestación fue "pues claro". Lloré tanto, tantísimo, que luego no paraba de tener contracciones. Una matrona vino a mi habitación a consolarme y le estaré eternamente agradecida por ello.
A los 10 días o así, que ya notaba de nuevo a Retoño y las monitorizaciones mejoraron , me mandaron para casa.
Los dos últimos meses de embarazo se definieron por el miedo. Tenía mucho miedo a que se muriese dentro de mi. A tener que dar a luz un bebé muerto. Casi no salía de casa, sólo quería estar con las manos en la barriga notándolo. No quiero imaginar lo que supone una muerte durante la gestación para una mujer. El vacío debe ser abrumador.
Y cada 7 de enero lo recuerdo y me entran ganas de llorar. Ganas de llorar por lo mal que lo pasé y ganas de llorar de agradecimiento de que a día de hoy lo pueda tener durmiendo sobre mi abdomen cada sobremesa.

3 comentarios:

  1. Hay dolores que nunca desaparecen, cuando los recuerdas sientes lo mismo que cuando estabas pasando por ello, eres capaz de recordar cada instante, cada sensación, cada palabra... como si lo estubieras viviendo en presente y no recordando el pasado. Y entonces te das cuenta de que a pesar del dolor que viviste todo valió la pena, que el sólo pensamiento de que puedes perder a tu hijo es mil veces peor que todas las discapacidades juntas, que el amor de un hijo es lo único que de verdad importa en la vida y que todo lo demás es secundario.
    El pasado hay que guardarlo en el corazón y mirar hacia adelante con la cabeza bien alta.
    Ah!! Y respecto a otras entradas anteriores... sólo decirte que tomes la decisión que tomes que jamás puedas sentir que te equivocaste cuando mires hacia atrás, el miedo a que el dolor se repita no es un buen motivo para no hacer frente a los deseos.

    Besos
    rocío

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  2. no hay palabras, sólo tal vez ofrecerte todo mi respeto, por lo pasado y por el presente.
    bicos,

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