Cuando nuestro centro nos duele el universo no puede hacer nada. Y nos cuesta creer en un mañana.
Porque somos seres diminutos en un espacio tan grande.
Nuestras vocecillas se pierden pidiendo ayuda.
Por eso necesitamos corazones latiendo a nuestro alrededor. Personas que nos den un abrazo, una sonrisa. Que las sintamos cercanas. Que nos cubran con una manta cuando tenemos miedo y nos echamos a temblar.
Somos adultos que tienen que hacerse los fuertes, tirar para adelante en situaciones desfavorables.
Porque el universo es grande y va a mucha velocidad y somos nosotros los que debemos adoptar su ritmo.
Nada se detiene por nosotros. Nada se queda quieto.
Pero en realidad somos aun pequeños, como niños, porque nos quedan muchas cosas por aprender.
Y a veces nos sentiremos abrumados con algunos aprendizajes. Porque a veces el mundo se vuelve áspero por un tiempo.
Y ahí es donde queremos que se nos acerquen otras almas. Cerca de la nuestra. Que nos consuelen. Que nos den la mano. Que se queden con nosotros.
Todos necesitamos sentirnos queridos. Aunque a veces digamos que no.
Somos pequeñitos toda la vida. Nunca llegamos a ser mayores como los planetas.
En algun momento necesitaremos que nos mezcan y nos digan que todo va a salir bien.
Para así poder respirar más despacio.
Y poder llevar nuestro ritmo más pausado.
Muy pequeñitos.
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