El otro día estaba en el supermercado haciendo la compra con Retoño cuando una señora de unos sesenta y largos años se acercó y se puso a hablarle a Retoño. Yo le sonreí y me dijo que tenía un hijo muy guapo. Luego añadió si me podía hacer una pregunta. Le contesté que sí:
- ¿El niño tiene algún problema?
- Pues sí.
Y entonces me contó que ella tenía una hija de 35 años y que tenía una paralisis cerebral infantil, y que Retoño le recordó a ella.
Comenzamos a hablar y me contó las dificultades que había tenido hace todos esos años, que ni siquiera existía servicio de Atención Temprana y que había tenido que dar muchos palos de ciego.
Me encantó con el cariño que me hablaba de sus hijos (además de esa hija me contó que tenía un hijo de 38 años) y de todas las cosas que habían hecho juntos y la gran conexión que aun existe entre ellos.
Me gustó mucho conocer a una madre de esa edad y ver lo bien que estaba tanto física como emocionalmente a pesar de las dificultades.
Me habló del gran apoyo que había tenido en su madre, en todo el optimismo que esta le consiguió irradiar.
Estuvimos un buen rato hablando y dijimos que era muy cómodo hablar con otra madre en situación similar, porque sólo entre nosotras lograbamos entender nuestra vida.
La verdad es que volví muy contenta para casa de conocer a alguien así de especial.
Al final me dijo una cosa que siempre la pienso muchas veces "con cariño se logra mucho". Y le di la razón, porque para mi desde que tengo a Retoño la frase "el amor todo lo puede" (que para mi antes era una frase ñoña sin sentido) ahora cobró todo su significado.
La vida es difícil a veces, para unas personas más que para a otras, es como si nos soltasen en una jungla y sólo tuviésemos dos opciones:
- Construirnos una casa en el árbol, con todas las dificultades, pero sabiendo que luego tendremos un refugio en el que estar.
- Quedarnos tirados en el barro, que al principio parece menos esfuerzo pero a la larga va a ser mucho más incómodo.
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