Dentro de mi armario había un monstruo, no me daba miedo, pero sí un cabreo de tres pares de narices. El monstruo se llamaba invierno-verano, era bicéfalo. En resumen, que tenía la ropa de invierno y verano mezclada, con la de entretiempo (esa que donde yo vivo no sirve de nada, los vestidos de entretiempo están deseando salir, pero rara vez lo consiguen, porque aquí pasamos de frío a calor, y viceversa). Junto con una camiseta de tirantes había un jersey de punto gordo, gordo, si la ropa cobrase vida habría una guerra civil en mi armario. Total, que no encontraba las cosas para vestirme, con lo que iba al trabajo toda la semana con la misma ropa (como total allí me pongo mi pijama verde de enfermera flojo como un mundo, pues que más da ir con la misma ropa). Iba aplazando el momento de colocar todo por falta de tiempo y concentración, pero de hoy ya no podía pasar. He echado de casa a Mihombre y Retoño (a un sol de justicia, pobrecillos) y me he puesto manos y cabeza a la obra. Y ya está, ordenado, ya veo las cosas, los pantalones de verano que hace dos días desconocía su ubicación. Estoy tan contenta que necesito compartir mi obra. Que ilusión cuando venga Mamamía a casa y enseñarle mi orden (a ver lo que dura). Es que odio colocar el armario. Y siempre me hago el mismo juramento "nunca más compraré jerseys de punto,que tengo ya para toda la vida". Que no es que sea yo de mucho comprar, pero es que la ropa me dura siempre.
En serio, también sentís pereza de estas cosas, ¿verdad?
Aunque mi alegría se ha contrarrestado un poco porque creo que he perdido mi chaqueta favorita, una malva finita que pegaba con todo. No la encuentro por ningún sitio, y como siempre la llevo por ahí, la meto y saco del bolso, pues tengo miedo que me la haya dejado en algún lugar. Mi única esperanza es que esté en el trabajo. Joooo, chaquetita malva, cuantas aventuras compartidas...¿dónde te has quedado?
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