Y así nació este blog, entre una búsqueda. Y el encuentro en palabras de lo que sentía. Al escribirlo le daba orden, me facilitaba entender el proceso, ver el camino correcto, el incorrecto, los sentimientos que me ayudaban a progresar y los que no. Todo lo escrito aquí fue desde el corazón. No había ningún borrador previo de cada entrada. Era lo que sentía ante una maternidad abrumadora. Y lo que siento. Sigue siendo una maternidad abrumadora, pero desde otra perspectiva. Lo que me abruma ahora no es la discapacidad de mi hijo, es lo que siento por él. No podía imaginar tanto amor hace seis años. Esta era la guía, esto era lo que me iba a hacer encontrar mi sitio como madre, lo que iba a tirar de mi hacia delante. Hacia donde sea. El amor que se siente por un hijo. Y esto hace que su discapacidad quede relegada a un segundo, tercer o cuarto plano. Por eso ya no necesito seguir plasmando lo que siento. Cada cosa está en su sitio.
Ya no busco la guía, cómo hacerlo. Ya he formado la mía propia. Ya entiendo lo que siento, conozco las dificultades de mi hijo y las mias. No me angustia que mi hijo dependa de mi en todo. Estar a su lado para todo lo que necesite es una expresión de lo que me hace sentir, sin más.
¿Que hay momentos difíciles? Sí, claro. No es un camino de rosas. Para nosotros cualquier pequeño avance o mejora en su estado motor o cognitivo implica mucho esfuerzo y sacrificio detrás. Muchas horas y renuncia a otros proyectos vitales. Nada es igual de "sencillo" que con un niño neurotípico (también pienso que ser madre nunca es sencillo porque siempre tienes que tomar decisiones buscando lo mejor para otra persona y a veces sin saber qué es lo mejor). Es todo un poco más complicado. Pero acepto y soy consciente de esa dificultad sin que me cree mayor drama. Hay y habrá momentos de bajón, como en cualquier vida.
Porque al fin y al cabo a esto venimos. A vivir. Con lo que nos ha tocado cada día. No pasa nada. Y si pasa, se le saluda.
¿Qué le diría a mi yo de hace seis años, cuando estaba en el pozo? Le diría que saldrás adelante. Que querrás a tu hijo más que a nada. Que eso será el libro de instrucciones. Que harás una crianza como puedes, buscando lo mejor para los tres. Que sólo tienes dos opciones, vivir contenta con lo que tienes o vivir amargada y enfadada con el mundo. Y entre esas dos opciones, mi yo de antes y el de ahora, sabemos cual escoger.
Le contaría a mi yo de hace seis años como es Retoño ahora. Lo gracioso que es con algunas cosas. Las pequeñas grandes cosas que es capaz de hacer. Y lo mejor de todo, lo que nos quiere. El vínculo que hemos hecho con él y él con nosotros.
Gracias a todos los que habeis compartido conmigo estas vivencias a través de la lectura del blog, siempre me hicieron ilusión vuestros comentarios.
Y a una madre que esté en un momento similar al mío de hace seis años sólo le daría este consejo: Pégate a tu hijo, no olvides que es un bebé, forma el vínculo, déjale ser lo que relamente es, un niño. El apego es lo que te saca del pozo.